
Participar en el informe colectivo sobre la inteligencia artificial (IA) y el conectivismo fue una experiencia enriquecedora que marcó un antes y un después en mi formación como educadora. A través del trabajo colaborativo y el análisis crítico, comprendí que estos dos enfoques no solo transforman la enseñanza, sino que redefinen el rol del docente en el siglo XXI.
La inteligencia artificial me sorprendió por su capacidad para personalizar el aprendizaje, automatizar tareas y ofrecer retroalimentación inmediata. Descubrí que, lejos de reemplazar al profesor, la IA lo fortalece, permitiéndole diseñar estrategias más efectivas y adaptadas a cada estudiante.
El conectivismo, por su parte, me enseñó que el conocimiento no se construye en aislamiento, sino en red. Aprender a través de conexiones con personas, ideas y recursos digitales es esencial en una era donde la información se renueva constantemente. Esta teoría me motivó a valorar más los espacios colaborativos y el intercambio de saberes.
Durante el proceso, aprendí no solo sobre tecnología educativa, sino también sobre mí misma como futura profesional. Me sentí inspirada a seguir explorando herramientas digitales, a enseñar con ética y creatividad, y a contribuir a una educación más inclusiva y conectada.
Esta experiencia fue más que un trabajo académico: fue el inicio de un compromiso con la innovación educativa y con el aprendizaje continuo.











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